Son las tres de la mañana y mi rodilla y yo estamos teniendo una amarga discusión : ella opina que ya que fui yo la que se puso a dar patadas en el aire, muy feliz pensando que recordaba algo del Tae Kwon Do (la conclusión es que estaba equivocada…) me merezco la inclemencia del dolor y el insomnio. Yo sostengo que tengo sueño, y no tengo muchos más argumentos a mi favor…
En el pasado, episodios como éste eran tan parte de mí que estoy segura de que más de un amigo de la adolescencia sonríe recordándome cuando ve muletas. En total tuve nueve esguinces en los pies en nueve años, y si contamos el tiempo que he andado en muletas me parece que rebasa el año. Comenzó a los trece y todavía me tocaron cuatro esguinces en la universidad, si las cuentas no me fallan.
Las muletas, como al cuarto esguince, se volvieron parte de mi normalidad. Una vez al año, por uno o dos meses, me volvía la coja más rápida del desierto: hay que ver la velocidad a la que muleteo, principalmente porque uno tiene que ir rápido para no agotar la pierna buena y porque cada segundo que los dos pies están en el aire se agradece. También por esta última razón, y porque es divertido a morir, soy la única persona que conozco capaz de hacerse columpio en las muletas: estando parada, te impulsas con los brazos y dejas que tus piernas se columpien llevándote a un ángulo lo más cercano posible a 180 grados. Es una habilidad casi cirquera, recuerdo en la universidad la cara de asombro que hacían todos la primera vez que me vieron hacerlo.
Pero hoy es diferente, primero que nada porque la lesión no es tan grave, sólo me está pidiendo un día o dos en cama. Y luego porque la rodilla es una lata. Me pasé la última hora intentando acomodarme sin que el dolor apareciera, sin éxito. Yo duermo boca abajo, lo cual no es buena idea si tu rodilla está lastimada, lo mejor es boca arriba con un cojín en la pierna. Pero esa postura es malísima para el lumbago, y mis múltiples deformidades en la espalda hacen que tenga que cuidar mucho esas cosas. Y dormir de lado, que seria la negociación ideal entre mi rodilla y mi lumbago, a mi cerebro le parece sólo una posición de paso, que conservará hasta que logre dormirme en serio, para luego invariablemente dormir boca abajo. El sueño REM sólo aparece si mi mejilla está pegada a algo, preferentemente un colchón, pero también le sirve el piso, no es muy exigente sobre los lugares en los que babea.
Así que aquí estoy, a las tres de la mañana en punto, escribiendo sobre mis muletas, mientras intento recordar cuantos borreguitos llevaba la última vez que tuve insomnio. Probablemente no muchos, mi granja mental es ecológica y viven los borregos suficientes para abastecerme de lana y de barbacoa una vez a la semana… además de que es rarísimo que tarde más de dos minutos en caer en estado de coma cuando llego a la cama.
Pero parece que escribir ha funcionado: estoy empezando a ver doble el teclado y a decir incoherencias propias de los desvelados. Probaré suerte. Los veo en unas dieciocho horas, cuando mis ojos por fin quieran abrirse de nuevo.