Qué fácil es hablar cuando llega la Primavera. Para mí, hablar nunca es sencillo, no sé por qué. Porque contra todas las apariencias soy tímida a rabiar, porque casi siempre cuando elijo, elijo el silencio. Porque soy una caja que no quiere llegar a las manos de Pandora y me oculto en un rincón, atrás de mi sonrisa sempiterna, de mi habilidad para hacer bromas-escudo que me protegen de la vista. Así que el hecho de que hable, de que diga lo que realmente siento a quien es dueño de ese sentimiento no es normal ni común.
Pero es que Él no es ni normal ni común. Eso es lo que sucede y eso es lo que me tiene ahora en este estado tan lamentable, tan atípico en mí. Él tiene su maravillosa, interminable conversación, y ese gusto por la filosofía que siempre me ha puesto de cabeza. Por hombres como Él fue por los que terminé estudiando Ciencias, por conversaciones como la suya fue que me enamoré de tantos poetas. Pero como no es ni científico ni poeta, me confié por un instante y dejé que cayera rendido este corazón tan lleno de muros y fortalezas.
Quise creer que todas las razones que mi cerebro daba para no hacerlo eran insuficientes, quise abrir el pecho y sentir, sentirlo todo por un momento, porque después de tantos años al borde del abismo decidí al fin saltar y no estoy de humor para andarme con cautelas. Las ramas salvadoras con las cuales cuidar mi vida han quedado atrás, hace tres meses decidí aventarme de lleno a la vida. Así que ignoré a la mujer que vive en mí, a mi intelecto, le dije pero qué aburrido y me lancé como una loca en busca de la Primavera. Me enamoré, y sentí todo eso que solía sentir hace años, cuando no veía la diferencia entre vivir y existir. Me enamoré como una loca que no busca loquero, y fui a sus brazos con el corazón abierto.
Pero resulta que, según lo aprendido, tenemos cerebro para algo. Que las razones eran buenas, que las contradicciones resultan insalvables. Que al final el mundo no es pequeño, sino grande, y estamos completamente desacomodados. Él en su trozo de continente y yo en el mío, en dos realidades distintas, paralelas, eternamente separadas por el tiempo y el espacio.
Así que por hoy el amor fue apenas un suspiro. Un pestañeo que, al cerrar los ojos, trajo a mí todos los colores, todos los olores de todas las flores del mundo. Vi en un instante los atardeceres de todos los planetas, sentí entre los huesos todas las sonrisas, todos los niños jugando en el mar, todas las razones de las palomas para quedarse siempre juntas, siendo dos y siendo una. ¿Cómo podría decir que fue un error?
Pensé que era un Arquitecto, que venía a construir con su entusiasmo y su presencia todo un mundo nuevo, con arenas y playas y bosques y desiertos. Que un día sonreiría, en el futuro, instalada en ese lugar maravilloso que sería nuestro refugio. Pero estaba equivocada: Él es un Mensajero, que vino fugaz a recordarme quién era yo hace tiempo, cuando no había aquí persecuciones ni dictadores, espías ni cámaras.
Ésta que vieron, la feliz y resplandeciente, la luminosa estrella que brilla en el día y alumbra la Tierra, esa soy yo en realidad. Estaba perdida, ahogada en la maraña de telarañas, de olvidos, de traiciones. Y creía que aquélla, la otra, había muerto aniquilada en alguna tortura, en alguna de tantas decepciones. Pero no, el Mensajero me demostró sin duda que yo no me he ido a ningún lado. Sólo estoy en el lugar y el tiempo equivocado. Este no es mi sitio, aquí la tierra es dura e infértil, tiene demasiados cadáveres por debajo. Amar aquí se siente como faltarle el respeto a tanto muerto de alma dulce, a tanto luchador ingenuo, amoroso asesinado. Aquí, en esta tierra, y para mí, la vida se trata siempre de un infinito luto.
Pero el Mensajero me enseñó, no se sabe cómo (yo aún no lo entiendo) que los lutos se terminan y que al final yo sigo viva. Yo la que me importa, la de la poesía y las primaveras. Hace mucho Jhonny (hay un Jhonny) me enseñó que los amores no tienen por qué estar siempre destinados a la eternidad, que hay algunos que están escritos desde el primer momento para durar poco. Y que no importa, en realidad, porque duren lo que duren te hacen sentir vivo, te hacen amar, y eso es lo verdaderamente importante.
Hoy he aprendido que no todos serán Arquitectos, que está bien abrir las puertas de vez en cuando a los Mensajeros, y que su llegada es tan importante como la de los amores duraderos, que sus mensajes cambian vidas, alegran corazones, y que marchan pronto a buscar a otros que, como yo, necesitan una señal en la noche. Qué infinita felicidad, qué profundo y maravilloso agradecimiento siento por haberlo encontrado, en un mundo tan irreal, aquélla noche de encuentro poético.
Lupita :
Primero que nada un abrazo
Duro lo que tenía que durar, no se cómo hablar de desamores de perdidas si , pero siento que la tuya no fue una perdida fue un sentimiento tan fuerte que solo podía ser fugaz ,un fuego que de haber permanecido te hubiera quemado y al apagarse rápido solo hizo la función que tenía destinada darle calor y recordarle a tu vida que tienes un corazón que late , que vives
Guardalo en tu corazón con agradecimiento eterno
Cómo se guardan las personas que nos enseñan algo y nos hacen más fuertes
Un abrazo fuerte 😘
No lo había pensado así, es verdaderamente hermoso y sabio lo que dices, cariño. Probablemente es cierto, los fuegos grandes se hacen incendio si no se extinguen pronto. No era fuego de hoguera, era explosión de volcán…
Tus palabras son una brisa fresca que te agradezco, y también una chispa de luz que me alumbra una zonita que andaba oscura. Un abrazo, y te quiero!
Me hubiera gustado que el mensajero se quedara.
Al menos por un rato. Qué la historia sería menos agridulce, sino más bien una lluvia de flores.
Sin embargo le agradezco a él que su presencia efímera te haya dado un sorbo de vida.
Sí, hay gente que pasa en tu vida sólo un momento. Duramos, como quien dice, toda una vida de mariposa… y al final la felicidad se quedó instalada aquí. Fue una lluvia de flores, cariño, pero las lluvias de flores siempre son efímeras. Igual al final estoy feliz de haber vivido una felicidad tan bonita, un momento tan auténtico. Yo también le agradezco el sorbo de ambrosía, que más que ponerme triste me devolvió a la vida. A veces necesitamos una terapia de shock para volver jiji
Te quiero, Mina.
Sabemos que fue el enemigo número uno, aquel obstáculo que la fuerza del sentimiento no pudo vencer. Las casualidades de la vida parecieron conspirar en su contra, pero no podemos olvidar que el destino muchas veces nos sorprende y nos muestra que hay un propósito mayor detrás de cada encuentro y desencuentro.
En nuestra existencia, la línea que separa el estar juntos o separados a veces es incontrolable y misteriosa. Pero en ese cuestionar del destino, aprendemos que no podemos aferrarnos demasiado al futuro ni lamentar el pasado, pues el disfrute del momento presente se vuelve crucial.
En cada instante, en cada mirada, en cada palabra compartida, debemos aprender a apreciar la belleza efímera de los encuentros, aunque estos sean breves. La vida nos enseña que el amor no siempre sigue el curso que deseamos, pero aún así, nos regala momentos de plenitud y aprendizaje.
¡Excelente texto lleno de sentimientos!
Es cierto Gato, fue un instante, pero un instante memorable. Y que dejó paso a una linda amistad, porque el cariño es así, se adapta a las circunstancias y, cuando las aguas se calman, él sigue ahí, sonriente e ileso. Se te quiere, ya lo sabes.